Sin pensarlo y mucho menos quererlo llega el día en el que se deben cerrar etapas y, para bien o mal, estas no son más que periodos de aprendizajes, tanto de la vida como personales.
La cuestión viene en que todo pasa por y para algo, sin dilaciones, si debes aprender viene y no existe forma alguna de atrasarlo, lo afrontas y listo. ¡Y como cambia todo! Del niño imberbe y tal vez un poco pusilánime que fui a alguien intrépido y forjado, pero quien sabe, desde fuera siempre dicen que se ve todo mejor...
En cuatro años me ha dado tiempo a tantas cosas que ni en mil mundos hubiese podido imaginar, así como también me han faltado otras muchísimas cosas, pero de arrepentimientos hoy no hemos venido a hablar.
Siempre me ha gustado dejar caer que quien disfruta de mi presencia no es capaz de imaginar de la suerte que ha tenido, pero, entre líneas o más bien en un procesamiento interno, no es más que una forma de agradecer el poder compartir junto con ellos y poder contar sin objeciones de su apoyo. Es por ello que este post viene dedicado únicamente a agradecer, pero... ¿a quien?
La definición de la RAE acerca de la amistad nos lleva a que se trata de un afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato. Y me atrevería a decir que no hay explicación mejor que esta, por todo lo que conlleva ese aprecio y cariño entre ambos.
Como no voy a hacer una reflexión sobre la amistad y la etapa universitaria, aquí acabamos. Tan solo me veía en la necesidad de dejar reflejado el agradecimiento a todo(s) por lo que he pasado en estos cuatro años.
Un especial agradecimiento a Rafa, Carlos y Nicolás, a lo mejor sin ellos hoy no estaría escribiendo este escrito mostrando mi gratitud y estaría desvariando pensando en que años más ruines me había tocado pasar.
E.J Matoses Cook.
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